A INÉS DÍAZ RENGEL

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sábado, 8 de enero de 2011

AMALTEO


















Si de algo me olvidase, de eso no pude hacerlo. Siempre que me acordaba, tenía que reírme pensando en la historia que ella me contó:
Todos los días, cuando Marta se dirigía al colegio, cuya distancia desde su casa era algo considerable, tenía que pasar por delante de una finca, en donde se encontraba un carnero con unas enormes astas en espiral, atado a un árbol. A ella, algo traviesa, le gustaba acercarse al animal y citar diciéndole: ¡¡eh!! Amalteo ¡¡eh!! , nombre con el que ella le bautizó, acordándose de Amaltea, la cabra que crió con su leche a Zeus. El carnero le embestía hasta que se terminaba la cuerda y le frenaba en seco; eso lo repetía diariamente, hasta que un día, del mismo esfuerzo rompió su atadura; Marta corría como el rayo y el animal detrás, hasta que ella pudo encontrar una puerta abierta. Entró y la cerró rápidamente, dejando el perseguidor los cuernos marcados en la madera. Con la fuerza y la velocidad que llevaba se destrozó uno. Cuando ella pudo salir, vio que en el suelo había un pedazo de un astil, lo cogió, se lo llevó a su casa y lo guardó en una caja de zapatos. Ella pensó que podía ser su amuleto. Se acordó de la leyenda de la cornucopia, cuerno que partió Zeus a su cabra jugando, y para compensarla le concedió el poder de quién lo poseyera recibiría todo lo que deseara.
Pero cuál fue su sorpresa, cuando a los pocos días fue a mirar su talismán y al abrir la caja y ver lo que allí había, horrorizada dio un grito al descubrir que todo estaba invadido de larvas y gusanos. Aquí no se cumplió la fábula. Marta, que con su fantasía, creía que todas las leyendas de la mitología habían sido ciertas, se llevó una gran decepción. Ella, claro, no era Zeus.

Inés Mª Díaz