A INÉS DÍAZ RENGEL

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lunes, 25 de mayo de 2009

MI CALLE


Es ancha, larga y hermosa; donde viví los mejores años de mi juventud. Presumiendo siempre de arboleda, antes de lilas. Hoy de naranjos, y en ella, el aroma del azahar te envuelve.
Aunque ha evolucionado, yo me remonto a aquellos años, en los que si no había polvo, había barro. Olía a marisma, a carbón quemado que el tren desprendía cuando se alejaba.
Calle de festejos y juventud alegre, creando sus fiestas para divertirnos. ¡Cuántos cántaros y búcaros rompimos jugando a la “tumbeta”!
En Navidades, nunca faltaba el coro de campanilleros, que dirigía y cantaba Pepe “de la Nora” ( hijo), al que todos acompañábamos.
Chistes, canciones, flamenco; de todo fue testigo “la piedra de la Nora” Era como todos los bancos de una plaza juntos, y de los pequeños el escenario. En ella se podía tomar, el sol en Invierno y el fresco en Verano.
Recuerdo: El despertar, con el tintineo que traían las cabras de “Canea”; era gracioso ver como las ordeñaba en el momento que salían las clientas.
En Verano, salir corriendo a la hora de la siesta a comprar, cuando oíamos el carrillo de los helados y al hombre pregonando: ¡Helado, mantecado, “chambri”¡
El perfume que desprendía las guirnaldas de jazmines. Los frascos de colonia de “Isabel María”, que comprábamos en la tienda de Roque, para felicitar a las amigas.
Al llegar la primavera, se respiraba a fiesta, a romero, a azucenas, a tierra mojada, al aroma que desprendía el aceite cuando se hacían los dulces fritos.
Al llegar el mes de mayo, se celebraba la fiesta de la Cruz. En el pueblo había varias, una de ellas en mi calle, que era expuesta cada año en una casa. La adornaba de tal forma, que parecía una preciosa joya en su estuche de raso, cuyos destellos deslumbraba a todo el que se acercaba.
Luisa Romero y Cardeña eran los decoradores, aunque tenían muchas colaboradoras entre las hermanas de la Cruz. Cada año cambiaba de color y forma.
A las tres de la tarde, con el repiquetear de un almirez, se llamaban a las hermanas para rezar la novena.
Cohetes, música, baile.
¡Cuántas sevillanas se han bailado en esa calle!
Y los que tenían novia o novio de la otra Cruz, deseaban que se marcharan, para poder bailar con los de su hermandad.
Y llegó la procesión. Calle engalanada. Mantillas, y todos con sus mejores galas.
Bandas de música de fuera. En esos días, cualquier cosa era motivo de alegría: Como hacer cadenetas o flores en los doblados, para adornar la calle. Oír el tamboril al alba.
Una de las veces que fui hermana mayor y yendo delante del paso de la Cruz, tiraba los cohetes Antonio ¨Pilonga¨, en vez de apuntar hacia arriba, apuntó hacia mi. Cuando vi venir el cohete, corrí hacia un lado y como había mucha gente, con las puntas del cetro le di a una mujer (de la otra Cruz) en la frente. Cuando vio que sangraba, ella se enojó. Como si con un cohete detrás, alguien pudiera decir: ¿ Por favor, me deja pasar?
Si alguien quiere saber cómo se llama mi calle: Se llama San José.

INÉS Mª DÍAZ

2 comentarios:

Adelaida dijo...

Amiga Inés cuantos recuerdos al leer estas vivencias que también has dibujado, pues todo eso lo hemos vivido las que somos de tu generación, bien seamos de un sitio o de otro.
Dos besos
Adelaida

Inés María Díaz dijo...

Así es amiga, son recuerdos de la juventud que siempre alegra recordarlos. Un beso, Inés